LADERAS DE MOZÚN

En 2017, Blanca Monzú decidió investigar el origen y significado de su apellido. Primero por Internet y luego a partir de entrevistas, registros, archivos y viajes. Todo lo que irá descubriendo desde entonces va a dejar una huella en su trayectoria artística, en obras que vinculan lugares y hechos con un imaginario que habla de identidad, historia, olvido y rescate.

Supo entonces que Monzú había sido siempre Mozún, pero en algún momento del pasado se alteró el orden de las letras. Y averiguó que existió un poblamiento que se llamaba así, Mozún, que fue abandonado siglos atrás. Hoy, apenas conocido ni investigado, se considera un paraje natural, un monte protegido que conserva aún algunos bloques de piedra ocultos entre la vegetación. En Mozún hay restos arqueológicos, castros y huellas de dinosaurio fosilizadas. Tal impacto le produjeron los hallazgos, que con la búsqueda personal le parecía estar alcanzado la génesis del mundo mismo.
Laderas de Mozún, se plantea ahora como un proyecto de investigación con resultados artísticos, que completa el fondo documental con obras que pretenden hacerse eco de tales hallazgos.










El punto de partida de este proyecto fue la obra titulada Sesenta y nueve yugadas de tierra que no se consideran de utilidad alguna, (2017), consistente en una pintura de nueve metros que se instala adaptándose a cualquier espacio; concebida casi como un totem para prefigurar la supervivencia de una saga, es una forma de mapa infinito, de elementos y topografías imaginadas, con una leyenda que hace referencia al lugar histórico descubierto: las Laderas de Mozún.


La inscripción Laderas de Mozún presente en la obra proviene de la investigación histórica y sirve de nombre a este proyecto con vocación de continuidad, de obras y de planteamientos que, sobre su base, puedan crecer hasta llegar a convertirse en un plan para activar la cultura local, creando sinergias y contando con la implicación de otros agentes culturales.